Millas
Y pues entonces, el recuerdo.
A millas de distancia que a mi
parecer hemos recorrido, con nuestro reloj que va tic-tac-teando cada segundo
más agudamente.
En nuestra distancia, casi siempre
disfuncional que al cerrar los ojos logro captar con un olor efímero de mi
niñez.
Trato de hallarnos en esta imagen un
tanto borrosa en la que tú en un sueño estás en tu lugar de siempre, dándome la
impresión de tu espíritu observándome a lo lejos, allí donde te recuerdo, de
aquí a lo que parece ser un centenar de años los cuales te he visto en este
lugar, en el que siempre te recordaré por esta distancia incómoda y en
ocasiones acogedora en la que mi ser absorbe entre mis poros dándome un tacto
de aquellas vidas que he tenido.
En la que yo vivo hoy, en un sueño
lúcido de realidades poco creíbles y en la que te hago compañía desde nuestra
lejanía porque sé que cuando no esté, este lugar nos va a acompañar profundamente
en nuestros corazones, el tecleo de mis letras que te aturden mientras estás
allí sentado, esta presencia que algún día quisiese saber qué es para ti, en
mis ojos te cristalizas porque para ti escribo esta noche, tan lejos dentro
estos pocos metros que nos separan de tu realidad y la mía.
Siempre te amaré con locura, aun y
cuando mi corazón se encuentre detenido entre el crecimiento de una flor que
por ti quería ser regada, pero en cambio fue observada de lejos, que a sus
espinas hizo conmoción a su alma. En mi memoria están fijos los momentos que
plasmaron en mí tu vida, también en mi eterno espíritu que desboca en mi
ombligo.
Lo entiendo ahora pues, como un amor
no correspondido que por nuestras venas se entrelazan con el caminar de los
años y los atardeceres que me causan sentimientos nostálgicos de lo que
quisiese nunca haber sentido, que con los días y meses voy intentando no
aflorar dichas espinas, que ya antes he nombrado.
Te marcas en mi pecho con forma de
aquel cactus que en preescolar moldeé con mis pequeñas y sutiles manos, siendo
tu el que ayudaste a construirlo. Todo lo que uno no olvida y acepta, todo lo
que te atreves a traer como una ola en el mar a la orilla, esos olores a
especias que no solo a ti respiro, sino a mi infancia.
Allí estás siendo el cactus que me
encuentro en el desierto el cual me pertenece, del que puedo beber cuando ya no
hay mas opción, porque tu sabor amargo de mis lágrimas reflejan las espinas que
me he tragado junto con tal bebida. Luego vuelvo de mi sueño y doy gracias al
universo por tenerte aun para brindar por tí, de nuevo en la distancia, para
proveerte y acariciarte en mis hombros como el hombre que siempre lo dio todo y
nunca lo dio nada.
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